La virtualidad como alucinación · Pilar Catalán

La Imagen como objeto de estudio es el gran giro visual que tiene su origen en los años 90, y abre una nueva vía de pensamiento basado en las posibilidades cognitivas de las representaciones no verbales, les otorga nuevos valores y significados más allá de su originalidad, particularidad, o ámbito histórico. En el “pictorial turn” se contempla la imagen como algo activo, historiadoras-es del arte, filósofos-as la significan como un elemento que posibilita “una construcción sistemática y normativa” cuya estructura y reglas puede equipararse al alfabeto y a la gramática. Esta organización genera nuevos formas de expresión, y se interroga desde otras ópticas alejadas de lo más tradicional y aceptado.

Somos seres programados biológicamente para captar el mundo de manera visual, tenemos la capacidad de procesar las imágenes hasta 60.000 veces más rápido que los textos. Sentimos la necesidad de producir imágenes y esto se refleja desde los productos culturales de la prehistoria hasta el ámbito neurocientífico, y en esta dirección, hay numerosos estudios de investigación que estudian el rol de la imagen en la evolución del ser humano, además de las investigaciones puntuales realizadas con éxito sobre la localización de zonas cerebrales que se activan cuando se percibe una imagen.

Desde los Estudios Visuales se explora la visión y los objetos visuales, no solo como evocadores de respuestas emocionales y sexuales, sino también como herramientas que construyen conceptos e ideas, como objeto de reflexión en torno a la historia y la cultura. La historia del arte y otras disciplinas como la Antropología del arte más actual, han ampliado su “análisis cultural y simbólico de la producción artística en todas sus formas”. Otros aspectos de la indagación, es la panorámica que sitúa la representación no verbal como agente, como presencia, y que además transforma lo circundante y confiere la inclusión del observador como un sujeto que otorga valor a la imagen, premisa que tiene influencias de diversa naturaleza, sin importar el tipo de sociedad en la que more, muy lejos, del espectador de contemplación estética pasiva y del reconocimiento del artista como único sujeto del quehacer artístico.

En estos nuevos escenarios iconográficos, paisaje de energías desdobladas, se despliegan ópticas plurales ubicadas en nuevos formatos y hábitos bien distintos de lo conocido o utilizado. Estamos hablando del que mira y lo mirado, de la dependencia o no de la imagen, con respecto al logos y entidades de poder político, económico, tecnológico, y en este plató, un mundo de reflexiones son posibles. ¿De qué o de quién depende su autonomía o dependencia? ¿Quién configura la sensibilidad, sus discursos, configuraciones y formas de hacer? Es razonable a la vista de los hechos, pensar que los que ostentan el poder son los que quieren mantener los privilegios, y construyen y legitiman una cartografía contaminada que vierten a través de sus narrativas y prácticas, influyendo en nuestra visión y condicionando la cultura visual. El brillo y potenciación de lo individual, por todos los medios posibles, margina las asociaciones circulares, e invalida su lucha, y representatividad.

Otro de los factores hegemónicos es la tecnología y su influencia en las distintas sociedades, la historia en este caso, nos transmite como se ha realizado este modelado y como las diferentes herramientas han pasado a ser consideradas como sujetos y no objetos. La vinculación del arte con lo técnico tiene un largo recorrido, por poner un ejemplo citamos, al historiador de arte y filósofo Jean Louis Déotte cuando dice, “Los aparatos modernos configuraron la sensibilidad común. Solo si seguimos esa aproximación podremos descubrir un hacer-mundo y un hacer-época”. Es ilustrador el ejemplo propuesto por el filósofo cuando hace referencia al aparato perspectivo de Brunelleschi y Alberti que configura una manera de ver, pintar, dibujar, discutir y escribir sobre pintura y arquitectura.

Hoy, en el siglo XXI, la tecnología ha invadido todas las áreas del saber, además de nuestro recorrido vital, las TICS responsables en buena medida de ello, han marcado nuevos hitos en el trazado humano. Las acciones iconoclastas, en lucha titánica con el aumento cuantitativo de la producción de imágenes invaden las redes sociales. El nacimiento y la muerte de estas se realiza de forma simultánea. Las áreas de la comunicación, el marketing y los social media, extraen datos de manera masiva y se valen de sutiles estrategias con el objetivo de ser líderes en su sector. Son millones los usuarios activos de Plataformas como Pinterest o Instagram y en ellas, la infografía es soberana. Las estadísticas realizadas muestran que los contenidos online que incluye información visual registra mejores resultados. Tales como un 84% más de visitas, un 94% más de clics, o 40 veces más shares. Pero su logro máximo se registra en el porcentaje de links referenciales que consigue, hasta un 567% más.

Las nuevas tecnologías son responsables de la revolución cultural de nuestra época, ha transformado el eje conceptual del arte de una manera substancial. En 1953 el matemático y diseñador Laposky crea la primera obra digital que entra en un Museo, el Sanford Museum de Cheroke, y desde entonces, emergen nuevas formas y contenidos de presentar el arte. La impresión 3D, el vídeo mapping o las instalaciones hiperactivas, sustituyen a otras formas de expresión más tradicionales, y son tanto más renovadoras y de interés cuanto más usan las tecnologías punta, privilegio de aquellos creadores, cuya utilización ventajosa, depende de su territorialización, poder económico y formación en los nuevos medios. La obra de arte tecnológica es híbrida, compleja, polisémica, sincrónica, los procesos creadores coexisten y dependen de las tecnologías de la información, de sus plataformas virtuales y dispositivos múltiples que leen, y reproducen la obra.

El mercado del arte, resistente en un principio a invertir en este tipo de propuestas artísticas, se despoja de algunos puntos de su doctrina y centra su objetivo en los beneficios a obtener. En el año 2019, la casa de subastas Sotheby’s presentaba por primera vez una obra creada por una inteligencia artificial. Memories of Passersby, instalación que muestra, a través de dos pantallas una sucesión exhaustiva de retratos de mujeres y hombres generados por una máquina, ideada por el artista y programador alemán Mario Klingemann. El reto está lanzado, el concepto de autoría se cuestiona y surge una inquietante pregunta ¿es la mente humana o la tecnología quién ha creado la obra? La pieza se vendió por 46.500 euros.

El examen de la imagen en el campo del arte, solo se puede emprender desde un punto de vista autocrítico, arrancado muchos de los esquemas, anclajes históricos, estéticos y sociales que han constituido su ser, para así poder diseñar y afianzar los nuevos paradigmas. Ya las vanguardias históricas iniciaron un camino complicado y escandaloso dirigido a expresar y comprender lo que hay más allá de lo observable en una imagen, a revisar el concepto cultura y la autonomía de aquellas frente a la temática del entorno circundante. Desde diferentes disciplinas artísticas-filosóficas, se hurga en la esencia del arte coetáneo, derrocando atributos denominados inmutables, sirva de ejemplo el abandono de su compañera fiel, la estética, cuestionando su adaptación a la coyuntura histórica y cultural de las diferentes sociedades.

El arte persevera con ahínco en sus afanes, traspasar los límites de la percepción, y en su territorio la imagen aspira a ser universal a través de la obra de arte, para alcanzar la potestad de arribar a un mundo cuatridimensional llamado espacio tiempo.

 

©Pilar Catalán, 2021

 

©Pilar Catalán, 2021, Sincronicidad

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