Auditorio de Illueca · Magén Arquitectos

La construcción de un auditorio en el contexto material de un casco antiguo acarrea problemas evidentes, especialmente para el diseñador del nuevo edificio. Afortunadamente para los habitantes del pequeño pueblo de Illueca, el equipo de Magén Arquitectos supo manejar gran parte de esas contradicciones inherentes a cualquier proceso complejo.

El entorno agradece que el nuevo edificio controle su escala con una serie de sencillos recursos (al alcance de cualquier arquitecto, pero que no todos saben manejar): los volúmenes principales se trocean en elementos más controlables, las cubiertas se dividen generando diferentes planos y orientaciones, las alturas se vigilan para generar así una ascensión gradual controlada, y las ventanas se dominan controlando su posición y tamaño.

Además, los arquitectos querían hacer un guiño a la tradición local y tomaron la -desde mi punto de vista polémica- decisión de usar el ladrillo klinker visto en toda la fachada, jugando con su pequeño tamaño para agregar celosías y generar pequeños huecos. Sólo el tiempo dirá si esa fue una buena elección, o si por lo contrario los animales y la suciedad acaban por adueñarse de esos pequeños recovecos, deliberadamente escondidos en las partes altas -y prácticamente inaccesibles- del edificio.

Pero existe otra cuestión más fundamental todavía. Los ladrillos antaño nunca se dispusieron con el objetivo de ser vistos. Las grandes construcciones como el palacio del Papa Luna (en la misma localidad) estuvieron -o fueron creadas para estar- revestidas por estucos o piedra desde un inicio, e incluso se reparaban con cierta regularidad cuando éste se desprendía; una oportunidad que no dejaban escapar para actualizar frescos o motivos ornamentales que pudieran aparecer en esos acabados finales. El recubrimiento exterior así protegía al ladrillo estructural de las inclemencias del tiempo: pura lógica estructural. Incluso las construcciones más humildes se revocaban si se disponía del dinero suficiente.

Historicismos a parte, el resultado está lejos de ser decepcionante. Al fin y al cabo, hay que estar agradecidos a Magén Arquitectos: el ladrillo rojo puede que haya salvado a Illueca de otro cubo blanco. Las diferentes tonalidades de cada una de las piezas no deja de tener cierto aire romántico y la artesanía que requiere su puesta en obra nos recuerda al oficio humano; evocaciones nada desdeñables para el panorama arquitectónico de hoy.

©Ramon Alemany, 2021

 

©Rubén P. Bescós (@rubenpb), 2019

 

©Rubén P. Bescós (@rubenpb), 2019

 

©Rubén P. Bescós (@rubenpb), 2019

 

©Rubén P. Bescós (@rubenpb), 2019

 

©Rubén P. Bescós (@rubenpb), 2019

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